25/10/10

Misioneros

Siguiendo el ejemplo de Cristo, los pobres han estado siempre entre los predilectos de la Iglesia. En los Hechos de los Apóstoles se encuentran testimonios de cómo desde los primerísimos momentos de vida de la Iglesia ya se había organizado la atención a los desfavorecidos; solicitud que sigue siendo patente hoy en día a través de instituciones como Caritas o Manos Unidas. Pero no hay que olvidar el mandato último de Jesús antes de su Ascensión, y que es el fin principal de toda la labor misionera: “id al mundo entero y predicad el Evangelio a toda criatura” (Mc XVI, 15b). Ayer celebrábamos el Domund, y pese a ser ésta una jornada (con las huchas y demás) tan, digamos, asimilada por nuestra sociedad, muchas veces se nos olvida lo que realmente representa. Los misioneros son gente en general apreciada por todos, y no es nada raro oír por ahí el típico “éstos al menos hacen algo, no como (márquese la que corresponda) a. los obispos en sus palacios/b. las monjas encerradas en los conventos...” Claro que los misioneros hacen algo; y mucho. Pero su labor principal (que se nos suele olvidar, y a veces por desgracia incluso a ellos) es la de predicar la fe. Como escuché en catequesis a un sacerdote hace ya muchos años, “el Domund no es ir a África y darle pan a un negrito para que no se muera de hambre. Es ir a África, darle pan a un negrito para que no se muera de hambre y, mientras se lo come, explicarle el Credo...”.

En África, en Yamena en concreto, está desde septiembre y por un año Jean (aka “mi amigo francés”), en el curso de su formación en el seminario, colaborando en las tareas misioneras de una parroquia y del Centre Emmanuelle. Cuando la intermitente conexión se lo permite nos envía pequeñas crónicas de su trabajo, no por entretenidas menos duras, ya que la República del Chad no es precisamente una balsa de aceite. Y siempre pide muchas oraciones; espero que me ayudéis en la “colecta”...

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