29/7/13

(Re)encuentros

En estos diez años que hacía de mis últimas vacaciones "de verdad" en la playa, lo cierto es que he ido unas cuantas veces, pero ninguna con la calma suficiente como para disfrutar de ella en su vertiente más biológica. De modo que, aunque sea ya el día de nuestro regreso a Ourense (la wifi del hotel no ha sido ni tan continua, ni tan buena, ni sobre todo tan gratuita como nos la imaginábamos), me gustaría compartir con vosotros la alegría de volver a "garcear" por la orilla con el agua por la cintura, de escrutar entre las grietas de las rocas o de contemplar extasiado una poza de marea. La alegría del reencuentro con un montón de viejos amigos: las anémonas Bunodactis verrucosa, de tentáculos translúcidos; los cangrejos de arena Portumnus latipes, que hay que saber buscar allí donde el sustrato se aprecia ligeramente hundido; las orondas liebres de mar Aplysia punctata, que tras depositar en la orilla sus huevos como montones de espaguetis se dejan morir cual ballenas varadas en la marea huidiza, abrasadas por el sol y a pesar de los vanos esfuerzos del que escribe por devolverlas al agua... Gibbula pennanti, Pachygrapsus marmoratus, Callista chione... y un montón de nombres más que comenzaron a sonarme gracias a la "Guía ecolóxica do litoral galego"; probablemente el libro que más lamente haber regalado (¡más te vale que lo tengas bien cuidado, Raúl!). Y algún descubrimiento también: los pepinos de mar Holothuria arguinensis, casi invisibles a pesar de su tamaño, ocultos bajo un abrigo de algas; o los cangrejos morunos Eriphia verrucosa, rápidos y con mucha mala leche. Y el gusto de los portugueses por buscar coquinas, con manos o pies, según costumbre, siguiendo cual correlimos las olas al retirarse...

Y me pregunto yo: ¿qué nos estará esperando a Javi y a mí en Canarias, en las costas de roca volcánica? ¿Qué de similar y qué de distinto habra con respecto a las costas peninsulares en que me he educado? Ya os contaré en agosto...

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