17/2/15

Sapófitos

 Cae la tarde sobre el pie de sierra: una tarde templada, que lo sería más de no ser por el viento; cubierta y con alguna llovizna. Una tarde de preludio: de preludio primaveral, y de preludio de una noche mucho más animada.

 A medida que disminuye la luz y aumenta la humedad, los batracios más tempraneros del año comienzan a desperezarse, y este sapo corredor Bufo calamita, abandonado ya su refugio diurno bajo los peñascos, comienza a dirigirse hacia el agua.

 Poca luz queda ya cuando, uno a uno, los sapos parteros comienzan a tintinear desde debajo de las jaras, donde encontrarlos es más cuestión de pura chiripa que de saber buscar. Y unos minutos más tarde, también uno a uno, los sapos corredores se añaden al coro.

 Pero no es un corredor este sapo que nos contempla horrorizado, sino un sapo de espuelas Pelobales cultripes, amante también de estos medios arenosos resultado de la meteorización milenaria del granito.

 Aunque las hembras, menos ardorosas que los machos, suelen dejarse caer por las charcas más avanzado el año, alguna hay que se deja seducir por el canto de los galanes, y esta pareja ya se disponía a extender su cinta arrosariada de huevos por la vegetación de la orilla.

Falta que caliente un poco más el año para que las balsas de agua comiencen realmente a bullir de anfibios, pero Sergio y yo conseguimos ayer todas las fotos que queríamos. Y pasar una tarde en el campo, que es todavía mejor.

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