13/11/15

El Júcar juvenil (Otoño conquense, III)

 Además de cortados, otra cosa que abunda mucho en la Serranía de Cuenca son los nacimientos. Los nacimientos de ríos, quiero decir, que como ya nos acercamos a la época navideña igual os confundís... En pocos Km cuadrados, en los Montes Universales, se encuentran las fuentes de río tan señeros como el Tajo o el Júcar, amén de otros como el Cuervo o el Turia.

 Y visitando el nacimiento del Júcar, río que tanto salió en la entrada anterior, echamos buena parte de la mañana del domingo. Casi 500 Km antes de morir en el Mediterráneo en Cullera, el Júcar nace (casi siempre) a los pies del Cerro de San Felipe, cerca del pueblo de Tragacete, en varias praderas como las de la primera foto de la entrada, donde si el acuífero que lo sustenta lleva suficiente agua ésta rezuma, como se ve en la imagen, a través de una serie de surgencias, los Ojuelos de Valdeminguete.

 El Júcar recién nacido corre luego a través del Estrecho del Infierno, nombre tal vez un poco pretencioso para un desfiladero no muy largo; corre a veces a la vista, y a veces lejos de la superficie, entre los cascajos del cauce seco en apariencia.

 Las paredes calizas nos recordaron un poco a las de Guara, pero no crecía aquí nuestra querida Ramonda, endémica de Pirineos y sierras vecinas. Aunque otras plantas de hábito similar le hacían las veces, como esta mata de Potentilla caulescens.

 Un poco más abajo, en el paraje de San Blas, el aporte de nuevas surgencias hace que el Júcar a partir de aquí corra siembre con agua, por lo que aquí se sitúa realmente el nacimiento del río en los momentos más secos del año. En estos manantiales crecían muchas matas de berro, que eran ávidamente consumidas por un buen número de jilgueros lúganos Spinus spinus, ave mayormente invernante en España y que vimos muchas veces a lo largo del fin de semana.

 ¿Echabais de menos fotos de barrancos? Aquí os pongo uno, el de la fuente de San Blas, justo antes del recodo donde estaban los manantiales de la foto anterior.

 Un poco por toda la sierra, allí donde los cauces de los arroyos se abrían algo, crecían muchas mimbreras púrpuras Salix purpurea (especie escasa en el oeste ibérico, distinta así de las mimbreras que se cultivan por Galicia, Salix viminalis). Aunque abundan sobre todo algo más al oeste, en el entorno de Cañamares, vimos por la zona algunas plantaciones de esta especie, que ahora en otoño son tremendamente llamativas.

Descendiendo en altitud, el valle del Júcar se abre y el río se despeña junto al molino de La Chorrera, a la derecha de la imagen, que aprovechaba la fuerza de la cascada para mover sus muelas. Desde el mirador situado encima se aprecia bien la diferente vegetación de las laderas orientadas al norte (cubiertas de pino laricio) o al sur (donde crecen sabinas o, si la humedad es suficiente, bosques de quejigos y robles albares).

 La cascada y el molino, vistos desde abajo. No llevaba ahora el río mucha agua, pero aún así la zona bien merece la pena una visita.

 Fuentes no faltan, en todo el recorrido. En algunas de ellas el agua discurre por abrevaderos hechos con troncos de pino excavados, algo mucho más habitual al norte, en la zona del Alto Tajo. Resulta curioso que esta madera al aire, que en el suelo del pinar se descompondría en pocos años, aguante sin pudrirse "protegida" por el agua corriente durante décadas.

 Ya en Tragacete, de donde parte la ruta hasta su nacimiento (que puede hacerse en coche casi hasta el final), el Júcar presenta el aspecto aseado y formal de un río jovencito cuando discurre en llano. Tiempo tendrá el Júcar adolescente de volver a dar guerra, al llegar a los barrancos que salían en la entrada de ayer...

Y aquí estamos, los dos protagonistas del fin de semana (con perdón del Júcar, la Geología y los pinos). No me quedó tan mal la foto, teniendo en cuenta que no veía la pantalla...

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